Desde los
Años 50, en que se habló por primera vez de la existencia de una zona en la
vagina con una gran sensibilidad que al ser estimulada producía un orgasmo mucho más intenso y placentero que el alcanzado
mediante la estimulación de otras zonas del cuerpo femenino (Gräfenberg, 1950), son muchos los expertos que se han pronunciado al respecto, creando
gran controversia en torno a esa zona conocida posteriormente como “Punto G” (Addiego,
1981).
Con
la sonada publicación “The G spot and Other Recent Discoveries
About Human Sexuality” (Kahn
Ladas, Whipple
& Perry, 1982) estalló el boom acerca de este tema. En esta publicación se
describía por primera vez el punto G en toda su amplitud, dónde estaba, en qué
consistía, qué sensaciones producía y sobretodo, qué hacer para encontrarlo y
estimularlo. A pesar de lo obsoleto que puede resultar hoy en día, para
aquellos/as que os animéis a leerlo, y de las duras críticas que recibió, este
libro se considera uno de los primeros tratados científicos publicados sobre
sexualidad femenina, bastante avanzado para la mentalidad social de la época y
un gran paso para la sexología como ciencia. Unidos a los acontecimientos
sociales acaecidos a nivel mundial: guerras, dictaduras, represiones y demás
catástrofes; la sexualidad, especialmente la femenina, cayó de nuevo en el
olvido. Hubo que esperar casi 30 años para que el tema sexual comenzara de
nuevo a generar interés en el área de la investigación. Sin embargo, se realizó
algún que otro estudio que no tuvo demasiada transcendencia, aunque cabe
mencionar que el hallazgo más interesante fue suponer que el nombrado “Punto G”
coincidía ni más ni menos con las glándulas
de Skene que se encuentran situadas cerca de la uretra y que están involucradas
en la eyaculación femenina (Wimpissinger & Winton, 2007), pero estudios fisiológicos lo descartaron
demostrando que estas glándulas no tenían suficientes receptores sensitivos por
tacto para generar ese placer (Davidson, 2008). Estudios
más recientes indican que el “Punto G” no es más que una zona de la vagina
desde donde contactar indirectamente con el clítoris interno y de ahí las
reacciones tan placenteras que puede llegar a producir (Buisson, 2009). A partir de entonces, se pensó que el “Punto G”
podría ser también una zona masculina, debido al enorme parecido de esta zona
con la uretra masculina, pero aún no existe ningún estudio con la suficiente
rigurosidad científica que lo determine.
Otro de los aspectos
que la investigación en esta línea ha dado a conocer es la individualidad de
cada persona tanto genitalmente como en la forma de obtener placer (King’s
College de Londres, 2010).
Sin
embargo, recientemente se ha confirmado la existencia del punto G tras realizar una disección de la pared
interior de la vagina del cadáver de una mujer de 83 años (Ostrzenski, 2012), según se determinó está
formado por tres regiones distintas midiendo 8,1 mm de largo, con un ancho
variable entre 3,6 mm y 1,5 mm y una altura de 0,4 mm. En contraposición, una
recopilación de estudios realizados
desde el descubrimiento del “Punto G” concluyeron que sólo es la
extensión del clítoris en el interior de la vagina (Kilchevsky, 2012).
El último bombazo acaecido asegura que hablar de “Punto
G”, orgasmo vaginal o por clítoris solo genera confusión y
sugiere que debería hablarse únicamente de orgasmo femenino, tal como
decimos orgasmo masculino sin más (Vincenzo y Giulia Puppo, 2014).
Finalmente, a modo de reflexión, hago
un llamamiento a la cordura, mujeres, hombres, personas todas, el objetivo de
tener una relación sexual con uno/a mismo/a o con otro/a debe ser sencillamente
el de disfrutar con total libertad para alcanzarlo de la forma en que cada cual
estime conveniente. ¿Qué más da si es a través del “Punto G”, de la uretra, del
clítoris, o del lóbulo de la oreja? A veces nos empeñamos en poner nombres a
todo... y estoy totalmente segura de que el “Punto G” se está sobrevalorando,
creando así preocupaciones innecesarias en la sexualidad de la mujer, supongo
que será otro mecanismo más de control. A muchos/as profesionales que nos
dedicamos al área de la sexología nos inquieta, tal y como observamos de forma
reiterada en pacientes que nos llegan a consulta, que las mujeres pudiesen
considerarse a sí mismas disfuncionales si no encuentran el “Punto G” o no
experimentan el orgasmo a través de él, y llegan angustiadas haciendo hincapié
en que no es normal no experimentarlo, aunque la realidad es bastante distinta.
Por si tenéis vocación de exploradoras-exploradores, aquí os dejo unas ilustraciones sobre lo que "supuestamente" sería el Punto G femenino y masculino, aunque si me aceptáis un consejo, dejaos llevar por el deseo sin obsesionarse con los "puntos" ;)